
Se obsesionó con saber quién era y buscó a su padre durante tantos años, que no se dió cuenta que mientras pasaba el tiempo, él también descuidaba a su hijo.
Terminó sus días compartiendo cada segundo con su nieto.
Fue un buen abuelo; recuerda su familia.
2 comentarios:
Son paradojas que tiene la vida, Laín. Y muy reales. Se repiten una y otra vez, a veces a lo largo de generaciones. Cuando alguien por casualidad (o por introspección) advierte cómo está actuando suele rectificar. Luego se lo agradece a sí mismo el resto de su vida. Y sus seres queridos también.
Chau, amigazo.
..razón que tienes, Rudy; es más común de lo que se cree.
Gracias por leer por aquí y buen finde también para ti.
Un abrazo
Publicar un comentario